Este cuadro está pintado por Diego Rodríguez de Silva y Velázquez, pertenece al movimiento artístico del Barroco y se encuentra en el museo del Prado de Madrid.
El cuadro recoge un tema mitológico: la fábula de Aracne y Atenea. La joven Aracne retó a la diosa Atenea a tejer el tapiz más hermoso. Aracne ideó un bello tapiz, pero en él se representaba un tema que molestó a la diosa “El rapto de Europa”, ya que ponía de manifiesto los trucos que usaba el padre de Atenea (Zeus) para seducir a mortales y diosas. Atenea, enfadada, decidió convertir a Aracne en araña y de esta manera la condenaba a tejer eternamente.
En primer plano vemos un taller con cinco mujeres (hilanderas) que preparan las lanas para la fabricación de tapices. En este plano se encuentra Aracne a la derecha y Atenea disfrazada de anciana a la izquierda. Al fondo, detrás de ellas, y en una estancia que aparece más elevada, aparecen otras cinco mujeres ricamente vestidas, sobre un fondo de tapices (que representan el rapto de Europa, una obra de Tiziano) parece que contemplan una escena mitológica en la que observamos a Atenea con un casco de guerra en el momento cuando va a convertir en araña a Aracne. En el segundo plano también observamos el violonchelo que se representaba como medicina ante las arañas. Esta última escena sería la que da título al cuadro "La Fábula de Aracne". El tema principal que da título a la obra se sitúa al fondo, no es una novedad, ya utilizó este recurso el pintor renacentista Piero Della Francesca en su obra “La flagelación de Cristo” . Es una tela de gran armonía compositiva basada en las relaciones de luz, ritmo y color. Además como podemos observar el color rojo es un recurso típico del autor, se observa en los cortinajes y vestidos de las artesanas. La luz del fondo crea un juego de contraluces alterada por un foco que ilumina el primer plano. Velázquez consigue que nuestra vista pase de la hilandera iluminada de la derecha a la de la izquierda para saltar por encima de la que se agacha en la penumbra a la escena del fondo, nuevamente iluminada. Velázquez ha sabido dar sensación de movimiento, como se aprecia en la rueca de la izquierda, cuyos radios no vemos, y en la figura de la derecha que enrolla la lana con tanta rapidez que parece que tiene seis dedos. También hay que destacar el efecto atmosférico, es decir, la sensación de que entre las figuras hay aire que deforma los contornos y hace que las figuras estén borrosas, es la perspectiva aérea que desarrolla el autor en esta y otras obras. La pincelada no puede ser más suelta, utilizando manchas como en el caso del gato o el rostro inacabado de la mujer del centro, que está a contraluz. La luz viene de la derecha, reflejándose en la camisa de Aracne.
La obra presenta a un artista maduro, sabio, que se estaba convirtiendo en un genio de la pintura. Pertenece al periodo final de su obra, se podría decir que constituye la síntesis de su estilo maduro, fue un encargo de D. Pedro de Arce en 1657, aunque en el siglo XVIII ya figura en las colecciones reales.
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