Este cuadro pertenece a Francisco de Goya. Data del año 1800 y es una pintura al óleo sobre lienzo. Goya trabaja en la etapa Neoclásica aunque por sus magníficas obras se le considera como un autor a parte del movimiento del momento. Retrata a Mª Teresa de Borbón y Vallabriga, Condesa de Chinchón y Marquesa de Boadilla del Monte.
Este retrato de cuerpo entero con la cabeza en posición tres cuartos representa a la Condesa de Chinchón. La condesa en este momento en que se retrata tiene 21 años, después de tres años de matrimonio se presenta embarazada de su primera y única hija, llamada Carlota. Está sentada en un sillón de época, la condesa va a la moda, con un vestido de gasa blanca decorada con pequeñas flores; sus abundantes rizos están recogidos en un tocado adornado por espigas de trigo, símbolo de fecundidad, promesa de la futura niña. Porta también un anillo en el que se incluye el busto de su marido, Manuel Godoy en cuyo pecho luce la banda de la Orden de Carlos III, valido del rey Carlos IV. La luz ilumina la delicada figura, resbalando sobre el traje de tonos claros, creando un especial efecto atmosférico que recuerda a las últimas obras de Velázquez. La gama de colores cálidos con la que trabaja otorgan mayor delicadeza y elegancia a la figura.
A su alrededor no hay elementos que aludan a la estancia, reforzándose la idea de soledad que expresa el bello rostro de la joven. Y es que Goya concentra toda su atención en el carácter tímido y ausente de María Teresa. Ese es uno de los temas de Goya, la soledad, y en este retrato queda reflejado. Resalta el artista la actitud desvalida del gesto de las manos, que la joven cruza tímidamente sobre el regazo evidenciando su futura maternidad. El artista profundiza en la personalidad de la retratada, tímida y retraída, dando muestra de una maestría en el análisis psicológico de los personajes retratados.
A nivel técnico la pincelada empleada es cada vez más suelta, formando los volúmenes con manchas de luz y color como observamos en las rodillas que se intuyen bajo el vestido. Predomina el color blanco en el ropaje de la Condesa que ilumina la escena en contraste con el fondo negro que no deja ver nada alrededor de ella, tan sólo se aprecia la butaca donde está sentada.
Tras su llegada a la Corte, Goya se convirtió no sólo en el retratista de la Familia real sino de todos los miembros de la aristocracia de la época como la duquesa de Alba, al valido Manuel Godoy o este retrato de su esposa. La etapa de los retratos se alterna con pinturas en la bóveda de la iglesia de San Antonio de la Florida en Madrid o la primera serie de grabados de los Caprichos.
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