La obra propuesta para comentar es la figura de Moisés, esculpida por Miguel Ángel, no sólo el mejor escultor del Cinquecento italiano sino uno de los mayores artistas de la Historia del Arte Universal, que trabajó como escultor, pintor, arquitecto y poeta, aunque él se consideró, por encima de todo escultor. Realizada entre 1513 y 1515 esta escultura debía formar parte, junto a casi 40 esculturas más, del gigantesco mausoleo del Papa Julio II, proyecto que tras la muerte del papa y los sucesivos encargos que recibe Miguel Ángel se fue reduciendo hasta la tumba actual consistente en un muro frontal situada en la iglesia de San Pietro in Vincoli.
El género de la obra es la escultura, siendo de bulto redondo en mármol blanco que destaca por su perfecto pulido y acabado. Su temática es religiosa, pues se representa el momento en el que el profeta bíblico baja del monte Sinaí con las tablas de la ley y advierte la traición del pueblo de Israel que ha caído en la idolatría adorando el becerro de oro. Elige por tanto el escultor, al igual que hiciera con el David, un momento de máxima tensión emocional que parece impulsar a la escultura de un momento a otro. Moisés aparece sentado, con la pierna desnuda y adelantada mientras con su brazo derecho sostiene las tablas de la Ley. Su potente musculatura se manifiesta en la pierna y los brazos mientras la tensión del personaje se observa en el gesto ceñudo del mismo. Moisés gira la cabeza hacia la izquierda observando con ira contenida la escena que se desarrolla ante sus ojos mientras con la mano derecha recoge una poblada barba. Coronando su cabeza dos pequeños cuernos simbolizan la luz que según el Éxodo irradiaba Moisés tras su encuentro con Dios (los cuernos puede deberse a un error en la interpretación del texto sagrado por San Jerónimo).
La estatua es individual y sedente. Su cuerpo y su anatomía son potentes, casi antinaturales fruto de la profunda influencia que el descubrimiento del grupo helenístico del "Laoconte y sus hijos", descubiertos por esas fechas, tendrá en la obra de este escultor. Destaca el tratamiento del mármol creando contrastes violentos de luces y sombras en la zona de la barba y en los pliegues de la túnica que cae por sus piernas. La postura inestable que incita al movimiento inminente de toda la escultura nos anuncia un Miguel Ángel que gradualmente se aleja del Clasicismo anunciando el manierismo característico de su obra. Por otro lado la mirada, el gesto nervioso de la mano con la que se recoge la poblada barba así como la tensión que se observa en músculos y tendones muestran el inicio de la terribilitá que caracteriza la Obra del autor.
Como conclusión diré que estamos ante una de las Obras más emblemáticas de Miguel Ángel. Considerado uno de los mayores genios de la Historia del Arte Universal, su escultura única sobrepasa los límites de un estilo determinado de manera que si bien su formación clásica se observa en sus primeras Obras, éstas irán evolucionando hacia un sentido cada vez más anticlásico y manierista manifiesto tanto en el tratamiento de sus poderosas anatomías, el movimiento contenido que parece impulsar sus Obras desde dentro, la ira o terribilitá, así como el non-finito o técnica consistente en jugar en una misma Obra con zonas acabadas mientras otras aparecen apenas esbozadas y que más que a la incapacidad del autor por acabar su Obra hay que atribuirlo a la búsqueda de la expresividad en la Obra inconclusa. Miguel Ángel se convertirá en el referente de multitud de escultores posteriores destacando sobre ellos el escultor francés Rodin.
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