Esta obra corresponde al friso de las Panateneas, que se encuentra en el Partenón de Atenas, están situadas en el exterior de la cella del templo, en un friso jónico.
Este friso tiene 160 m de longitud y 1 m de altura recorre el interior del templo (y el exterior de la cella) y nos narra, a partir del oeste, la procesión de las Panateneas, mientras que en el exterior del Partenón se sitúa un friso dórico con las metopas y triglifos en donde encontramos escenas de la batalla entre centauros y lapitas.
La procesión de las Panateneas, representa a las doncellas que cada cuatro años llevaban en comitiva el peplo tejido en honor a la diosa Atenea Pártenos. En esta comitiva intervenían los ciudadanos y también los dioses, se hacían sacrificios y había música. La procesión ocupa los cuatro lados del friso y es posible apreciar la extraordinaria diversidad de figuras que aparecen: divinidades, sacerdotes, sacerdotisas, héroes, ciudadanos, ancianos portadores de agua, músicos, jinetes, animales para el sacrificio…y las doncellas atenienses dedicadas al culto de la diosa y van ataviadas con bellísimos peplos (túnicas).
La procesión comienza con una cabalgata de carros y jinetes, a los que sigue el cortejo a pie; en esta zona destacan las doncellas, vestidas con hermosos peplos, en los cuales el escultor utiliza la técnica de los paños mojados, que consiste en darle un mayor estudio a la anatomía femenina y un mayor naturalismo. Las principales divinidades olímpicas contemplan relajadamente el cortejo, destaca Apolo, Poseidón y Artemisa que conversan entre ellos; los dioses están realizados a una escala superior que el resto de figuras. Las figuras que el escultor reúne en la procesión no se desordenan en ningún momento, lo que no significa que caiga en la monotonía, para evitar esto Fidias colocó estratégicamente escenas cotidianas y anecdóticas como un joven atándose la sandalia o unos caballos encabritados.
La intervención de Fidias en esta obra no está suficientemente aclarada. Fidias es el máximo exponente de la escultura ática del siglo V, la cima del clasicismo griego y la representación más pura de sus características. Sus personajes se inscriben en un mundo de belleza serena, de equilibrio compositivo, de majestad en la expresión y el gesto, de grandiosidad llena de olímpica calma, de perfección técnica y de equilibrio entre naturalismo e idealismo.
Nadie como él supo crear un mundo de seres plásticamente más perfectos, ni de equilibrio expresivo más absoluto. Sus personajes son los verdaderos prototipos que sólo raras veces, y de manera imperfecta, se reflejan en los mortales. Por ello su arte se compara, a menudo, con el sistema de las ideas de Platón.
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