La obra a comentar es la planta y fachada de San Carlino alle Quatro Fontane de Borromini, cronológicamente datada en 1638-1641 (primera mitad del S. XVII) y la fachada de 1667 (segunda mitad del S. XVII), en Roma. Responde a las características del arte Barroco.
San Carlino la primera obra independiente que dirigió en Roma, San Carlo alle quattro fontane, iglesia que por estar dedicada a San Carlos Borromeo, sugirió el nombre artistico (Borromini) con el que se le conoció en Roma para siempre.
En planta presenta esta iglesia una disposición curiosa, pero causante del milagro de concepción espacial que se produce en este edificio de reducidas dimensiones. Se trata en realidad de una planta centralizada, formada por dos triángulos equiláteros unidos por su base, lo que vendría a configurar una forma romboidal. Ocurre no obstante que esta forma base se dinamiza al disponerse los muros alabeados, es decir, curvados u ondulantes.
A ello se añade también para acentuar el movimiento la disposición de dieciséis columnas adosadas, que subrayan el juego de concavidades y convexidades que a la postre remarca los contrastes de luz y sombra que "movilizan" el conjunto espacial. Y no contento con todo ello, se intensifica ese juego de contrastes y formas entrantes y salientes por medio de hornacinas y nichos con estatuas. También los materiales utilizados tienen su papel en el dinamismo conseguido, utilizándose un material dúctil como el ladrillo, revestido de estuco blanco.
En alzado destacaría el remate de la construcción por medio de una cúpula oval, decorada con un artesonado, de formas geométricas diversas (octogonales, cruciformes y hexagonales), de tamaños decrecientes, que iluminados directamente por la linterna superior contribuyen lógicamente a crear nuevos juegos de luces y contrastes.
Todo el conjunto del espacio interior así configurado se convierte en un ejemplo paradigmático de la arquitectura barroca. Primero por la tensión visual, conseguida por el juego de líneas y de luces. Y después por el efecto teatral del conjunto interior, en el que el espectador desde luego, no puede evitar participar con su atención en la configuración del espacio. Además, dicha disposición soluciona magistralmente el efecto de una sensación de amplitud, en el espacio de un edificio cuyas dimensiones son realmente pequeñas. A ello contribuye la combinación de una planta centralizada, con el sentido longitudinal de la forma elíptica, y la sensación creada por espacio moldeable, que parece alargarse y ampliarse por efecto de los juegos visuales y de la tensión que ello crea.
En cuanto a la fachada habría que decir que fue la última obra realizada por Borromini, y por tanto realizada muchos años después de que terminara la iglesia. También es muy original, en parte al construirse la iglesia en la confluencia de dos calles muy estrechas y angostas, por lo que el arquitecto volvió a verse obligado a moldear la arquitectura para adaptarla a un espacio pequeño. Así debe cortar la esquina en chaflán para aumentar la visibilidad del frontis, y volver a utilizar el esquema ondulante de formas cóncavo-convexas-cóncavas en los elementos de la fachada, para adaptarse al espacio y fingir una amplitud mucho mayor de la que en realidad tenía.
En altura se divide en dos pisos, en los que se añaden todo tipo de elementos ornamentales: hornacinas con las estatuas de San Carlos Borromeo en el centro y los fundadores de la Orden en las laterales y además columnas, nichos vacíos, entablamentos vigorosos, balaustradas, ventanales, fuentes, grutescos, figuras, medallones etc, que dotan al conjunto de una gran movilidad, sin perder por ello, y esa es su gracia, su sentido de unidad y de monumentalidad.
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